Durante el verano de 1994
el delantero ruso se convirtió prácticamente en leyenda al marcar
más goles que nadie en un partido de una fase final de un campeonato
del mundo. Sus goles ante Camerún le valieron, además, la Bota de
Oro de dicho evento, compartida con Hristo Stoitchkov.
Oleg Salenko probablemente no sería recordado de no ser por aquella tarde mágica del 28 de junio de 1994 en el Stanford Stadium de Palo Alto, cuando le marcó 5 goles a Camerún. Sus 86 goles en 246 partidos con sus diferentes clubes y sus 6 goles (todos ellos en Estados Unidos 94') en sus 8 partidos internacionales, no hacen de él un cañonero letal. Era un futbolista capaz pero tremendamente irregular.
Oleg Salenko probablemente no sería recordado de no ser por aquella tarde mágica del 28 de junio de 1994 en el Stanford Stadium de Palo Alto, cuando le marcó 5 goles a Camerún. Sus 86 goles en 246 partidos con sus diferentes clubes y sus 6 goles (todos ellos en Estados Unidos 94') en sus 8 partidos internacionales, no hacen de él un cañonero letal. Era un futbolista capaz pero tremendamente irregular.
Salenko surgió de
la cantera del Zenit de Leningrado (hoy San Petersburgo) y sus
actuaciones le valieron para fichar por uno de los gigantes de la
antigua Unión Soviética como era el Dinamo Kiev. Con la
selección U20 del extinto país disputó 4 encuentros, marcando 5
tantos, siendo Bota de Oro del Campeonato del Mundo de la categoría,
disputado en Arabia Saudí en 1989.
La disolución de la URSS
en 1991 posibilitó la salida del delantero rumbo a España donde,
tras una gran temporada en el Logroñés y el éxito del
Mundial, fichó por el Valencia. Precisamente el éxito
mundialista significo un punto de inflexión y su carrera no volvió
a ser la misma.
Su falta de aclimatación
en el club che propició su traspaso al Glasgow Rangers,
donde tampoco reflotó su carrera y desde donde fue a parar al
Istanbulspor. Allí una grave lesión de rodilla puso punto y
final a su carrera deportiva, a pesar de varios intentos por
retornar. Finalmente en 2001 colgó definitivamente las botas en el
Pogon Szczecin polaco.
Volviendo a 1994 y a
aquel 28 de junio, la selección de Rusia estaba ya eliminada y se
enfrentaba a Camerún, que tenía alguna esperanza de clasificarse
para la siguiente ronda. Los africanos debían vencer y esperar una
derrota sueca que nunca se produjo.
Los goles del atacante
ruso no son de una bella factura, de hecho hay uno de penalty y otro
en una jugada de astucia, pero el partido pasará a la historia como
el día en que el chispazo de un genio efímero le valió para entrar
en el Libro de Oro del fútbol mundial en el mayor
acontecimiento que puede vivir un futbolista profesional: La Copa del
Mundo.
Creo que merece la pena
desempolvar esta historia cuando están a punto de cumplirse 20 años
de su récord. ¿Podrán batirle en Brasil?
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