Con el devenir de los años el
conjunto bilbaíno se ha convertido en un conjunto marcado por la personalidad
de su técnico. Lejos quedan ya los años en que los leones tenían su propia
personalidad y gracias a ella conseguían grandes resultados.
El fútbol actual marca una
tendencia cada vez más complicada de alcanzar para un club con una
idiosincrasia singular. En un mundo cada vez más globalizado, la filosofía de
cantera del Athletic hace muy complicado mantener un equipo competitivo. La era
de los mitos rojiblancos está ya lejana y uno recuerda con una mezcla de
emoción y nostalgia al último de ellos: Julen Guerrero.
Por esta razón el club de
Ibaigane depende, cada vez más, del acierto del dirigente de turno a la hora de
elegir al capitán de la nave. El más mínimo error puede hacer encallar la
centenaria nave que la próxima temporada estrenará nuevo puerto. El viejo San
Mamés deja paso al nuevo, situado justo al lado, pero que debe suponer un punto
de inflexión en el futuro del Athletic.
En el pedacito de historia
rojiblanca que a uno le ha tocado vivir, son tres los entrenadores que han
marcado el camino y que han dejado huella. Seguramente habrá otros técnicos que
merezcan reconocimiento, pero para este humilde servidor son estos tres los que
más han destacado.
El primero de ellos es Jupp Heynckes. El ya veterano técnico
de Monchengladbach aterrizó en el botxo
en el verano de 1992 procedente del Bayern de Munich. Aquel germano de carácter
serio pero amable, corrigió el rumbo de una nave que en los últimos años había
entrado en una deriva ciertamente peligrosa. Con él en el banquillo el equipo
tuvo un patrón y una idea claros de juego. Dotó al equipo de un carácter
ganador y ofensivo que aún hoy se recuerda. Su idea de juego era clara y todo
el mundo conocía de memoria el once. El equipo podía ganar o perder, pero la filosofía
siempre era la misma. Además el Athletic le estará eternamente agradecido por
haber confiado en aquel juvenil llamado Julen Guerrero.
El segundo entrenador que ha
quedado grabado en mi retina es Luis
Fernández. El francés de Tarifa logró uno de los mayores hitos de la
historia del Athletic: Jugar la Champions League. En mi opinión aquel
subcampeonato liguero del 98 supuso un tope. Ya se comenzaba a vislumbrar los
derroteros que tomaba el fútbol moderno y en ese contexto la filosofía del
conjunto bilbaíno tiene cabida, pero cogida con alfileres. Pero volvamos al
tarifeño. Luis era un tipo especial, con una personalidad arrolladora. Capaz
incluso de encararse con el Guardiola jugador, la palabra que lo definiría es
carácter. Atraía muchas miradas, tanto de medios de comunicación como de los
seguidores y enseguida conectó con estos últimos. A Luis hay que agradecerle
que devolviese la ilusión por pensar que algo se podía lograr, a una afición
que ya ha olvidado a campeonar, como
dicen en Argentina.
El tercero de la lista es Marcelo Bielsa. El rosarino, que hace
unos días ha finalizado su ciclo en el Athletic, no deja indiferente a nadie.
Yo debo reconocer que sus comienzos despertaron ciertas inquietudes en mí.
Algunos cambios de posiciones y probaturas no me convencieron, pero hay que
reconocer qué el juego desplegado en una parte importante de su primera
temporada fue arrollador. Consiguió sacar lo mejor de la plantilla que tenía a
sus órdenes y por si fuera poco llegar a dos finales. Lamentablemente los
leones no ganaron ninguna de ellas y el gran juego no se coronó con títulos,
pero la alegría y la ilusión despertadas en la afición rojiblanca ha hecho que,
de nuevo, una generación de chavales quiera jugar en el Athletic. El “Loco” es
un personaje singular y peculiar, un enfermo del fútbol que lo da todo por este
deporte que tanto ama y que seguramente se habrá equivocado - el mismo lo ha
reconocido - pero siempre ha buscado sacar lo máximo de sus jugadores.
Seguramente en esta lista tienen
cabida otros nombres, pero el hincha rojiblanco que uno lleva dentro son los
que más recuerda. Lo que es cierto es que no solo estos hombres han calado en
el Athletic, sino que el Athletic ha calado en ellos, al igual que en otros
muchos que han pasado por Bilbao.
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